La reelección es el asunto
Análisis 26/02/2019 09:00 am         


El rechazo a la reelección ...“la maldición histórica de América Latina”



Después de 20 años el conflicto entre dos modelos políticos y dos visiones de la economía y el desarrollo, se encamina hacia un inevitable desenlace. ¿Cuál es el hecho que casi milagrosamente ha modificado el escenario que se vivía al finalizar el año 2018? ¿Qué cambios o situaciones significativas han ocurrido para que en un mes haya surgido con indudable fuerza el liderazgo de Juan Guaidó (quien no figuraba en el elenco de los conductores opositores que suelen disputarse las encuestas); qué ocurrió para que el clima de desaliento e incertidumbre en la mayoría de la población que se percibía hace apenas unas semanas se haya transformado en una sensación generalizada de optimismo en relación a un cambio del cuadro de virtual asfixia ciudadana que como consecuencia de los niveles de hiperinflación y de inseguridad social afecta a la mayoría de la población? ¿Acaso hasta hace unos días no se constataba una relativa estabilidad del gobierno –más allá de las dificultades propias de la crisis económica- y un claro repliegue de los partidos que en los últimos años se han perfilado como alternativas de poder?

Sin duda en lo que actualmente ocurre pesa demasiado la reelección de Nicolás Maduro el 20 de mayo del año pasado, más allá de las circunstancias que rodearon la consulta e incluso de los resultados en términos de votos de los candidatos. No es por casualidad que justamente el 10 de enero, la fecha en que se haría efectivo el comienzo de un nuevo mandato, haya sido el inicio de una activación popular por supuesto estimulada ahora por la presencia de un nuevo líder que no parece asociado a una dirigencia cuyos errores y deficiencias se consideran como explicaciones también de las dos décadas del mandato chavista-madurista. El rechazo a la reelección que como recordaba Jóvito Villalba hace unas décadas es “la maldición histórica de América Latina” tiene mucho que ver con los últimos acontecimientos. La causa del reeleccionismo suele recordarse, entre otros, en los casos de Alfonso López Pumarejo en Colombia, quien después de un reconocido primer gobierno fue depuesto en su segunda gestión y de Hipólito Yrigoyen en Argentina, cuyo afán reeleccionista abrió paso a la llamada “década infame” y luego al golpe de los coroneles en 1943, para citar solo casos emblemáticos que en su oportunidad dieron paso a costosos accidentes históricos. En el caso venezolano, si bien con un paréntesis de diez años, no cabe duda que las reelecciones de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera contribuyeron decisivamente a la erosión de la gobernabilidad democrática y abrieron paso a la Revolución Bolivariana inicialmente y luego a los años del “socialismo del siglo XXI” reciclado de alguna manera con el mandato de seis años de Nicolás Maduro a quien, ciertamente, le ha tocado enfrentar los quebrantos propios del agotamiento de una propuesta ideológica.

NUEVOS TIEMPOS

Si bien Hugo Chávez hubo de reelegirse en tres oportunidades, habría que tomar en cuenta que ello ocurrió al calor de una expectativa generalizada de cambio y apuntalada en una personalidad carismática que exaltaba el discurso de la justicia social y en algunos años favorecido por el incremento del ingreso petrolero. Recientemente el tema de la reelección pesa de nuevo en países latinoamericanos que fueron impactados por el mensaje chavista.

El peronismo sufrió una caída con la elección de Mauricio Macri en 2015 y todavía su posibilidad de retomar el poder luce comprometida por denuncias de corrupción, al igual que lo ocurrido en Brasil con la posibilidad de reelección de Lula Da Silva y su posterior prisión, pese a haber mantenido una amplia ventaja en los sondeos incluso hasta el día que resultó electo Jair Bolsonaro; Rafael Correa paga ahora por obra de su compañero Lenín Moreno, su afán reeleccionista, y es lo mismo que ahora ocurre con Evo Morales empeñado en un cuarto nuevo período presidencial.

Para Maduro la situación es mucho más complicada por cuanto los problemas que se arrastran en los últimos años tienden a complicarse en manera exponencial, lo que hace que la escogencia presidencial no esté referida exclusivamente a las bondades y atributos de un candidato, ni siquiera a la fortaleza y pertinencia de sus propuestas programáticas sino que se realiza en el marco de una megacrisis que no se ha conocido en sus alcances en los últimos años en ningún otro país de América Latina y que como ejemplo se refiere a lo ocurrido con Allende en Chile en 1973 y con Daniel Ortega en Nicaragua en 1990.

Es cierto que para el gobernante la situación resultaba más complicada, tomando en cuenta además la propia naturaleza de su partido PSUV y el llamado “Gran Polo Patriótico” donde conviven tendencias y visiones contrapuestas que se activan lógicamente al calor de la sucesión presidencial y como si fuera poco colocado al frente de un gobierno que desde hace tres años es sometido a una creciente presión internacional y fundamentalmente, de manera directa, por el gobierno de Estados Unidos.





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