Por Rosario Orellana
Las cinco refinerías propias en suelo venezolano producían alrededor de 1.300.000 barriles diarios de los cuales el mercado interno consumía aproximadamente 450.000 barriles. El descuido absoluto ya por más de dos décadas eternas, por parte de quienes han tenido la responsabilidad de preservarlas, las ha empujado a la condición de chatarra o poco menos, ante el desconcierto y la tristeza transversales en la escala de lo que fue el valioso capital humano de nuestra gran PDVSA antes del “emprendimiento” destructor.
La falta de gasolina en el interior parece estar exaltando los ánimos más que el conjunto de las otras carencias inducidas. La emergencia por el tema combustible va sumando estados, entre los catorce (14) más críticos están, Apure, Bolívar, Guárico, Lara, Monagas, Nueva Esparta, Táchira, Yaracuy y Zulia. La gravedad máxima se avecina a los restantes estados, a Aragua por ejemplo. Cuando aparece gasolina luego de largos períodos, no alcanza y pone de relieve la corrupción. La Guardia Nacional a cargo de las estaciones de servicio impone arbitrariedad en la distribución, al tiempo que escamotea una porción para “bachaquearla”, adicionando a la población local dificultad y costo para procurarse alimentos. La agonía del combustible y su manejo criminal también disminuye y encarece lo que llega finalmente a la región capital y demás centros urbanos que no producen alimentos, porque las alcabalas son peajes que se paga con parte de lo transportado, incluidas legumbres, hortalizas, frutas que en buena proporción, vienen de los estados andinos y cualquier otro producto de una o de otra región de origen. Sin exageración, aunque pueda parecerlo, las teóricas autoridades se asocian o compiten con las bandas en la comisión de delitos en bastantes trayectos de las ahora destartaladas carreteras y vías rurales. Están aumentando los incidentes en las gasolineras entre los uniformados y los ciudadanos más que justificadamente enojados ante tanto vejamen. El martes 18 de este agosto, la hiedra atrabiliaria en el poder anunció que reforzará el control en los surtidores de gasolina, con “juventud del PSUV”. Una hipótesis indescartable es que parte de los uniformados esté huyendo, asustada por la desproporción numérica ventilada de viva voz por ciudadanos presentes reclamando sus inalienables derechos y/o que esa “juventud” la integren excarcelados con temerario alarde por la inefable ministra del área.
La leche destinada a las pasteurizadoras aun funcionando, ronda el 10% del ordeño y el resto va a las queseras porque en estos bizarros tiempos venezolanos, las motos son el generalizado medio para acercarla desde las fincas. Tales dos ruedas a lo sumo soportan movilizar unos ciento veinte litros (120) en un viaje y tampoco abundan. Con el agregado actual por ser período de lluvia, de una producción de leche triplicada con respecto al verano (período de sequía) más reciente. La leche aguanta en el cántaro un máximo de dos horas sin refrigerar, así que cuando la moto respectiva regresa a la finca productora para su segundo viaje, es frecuente que la leche restante tenga ya una bacteria que no afecta su utilización para queso pero si impide pasteurizarla. Puede afirmarse que el queso popular, el blanco duro, es el único alimento producido hoy en cantidad suficiente para cubrir la demanda de la nación, aunque es exiguo el porcentaje que tiene cómo adquirirlo. Con frecuencia es muy salado para que resista sin refrigerar habida cuenta de los cortes de electricidad de muchas horas de duración y con torturante frecuencia. Resalto que el citado incremento en la producción de leche se agota en la comparación con el más reciente verano porque el rebaño nacional en su conjunto, está muy mermado por el robo en enormes cantidades, incluyendo novillas, padrotes y demás cabezas de ganado aptas para otro destino o prematuramente sacrificados. A pesar de ello y de los demás abusos, atropellos, confiscaciones y desestímulos oficiales, todavía hay reserva de tesón y pasión en ganaderos y agricultores activos, en sus fincas o en lo que la desnaturalizada conducción del Estado les va dejando de ellas. También en la agroindustria se consigue esta otra nueva casta de héroes venezolanos.
En un año “electoral” más, 2012, el efecto de los embates arrasantes contra el entero sector productor de alimentos fue enmascarado disponiendo doce mil millones de dólares de los Estados Unidos de América (US$ 12.000.000.000), para importarlos. Cuánto de esa inmensa cantidad fue desviada en la ruta, es otro cantar. Ese año, la renta petrolera rondó la friolera de noventa y dos mil millones de dólares de los Estados Unidos de América (US$ 92.000.000.000). –
El 16 de enero de 2016 apareció en Gaceta Oficial un decreto de emergencia económica, reiteradamente renovado desde entonces. También fue pomposamente anunciada la reactivación de quince (15) motores de la economía, con la alimentación en el honroso primer lugar de la lista. A la Fuerza Armada le fueron adjudicadas 476.000 hectáreas distribuidas en todo el territorio nacional para sembrarlas, contemplando la opción de hacerlo en coordinación con el sector privado. Hacía tiempo que escaseaban semillas, abono, fertilizantes, implementos, tractores, repuestos y cuanto es indispensable en la actividad, en sumatoria con crecientes privaciones en el nivel de vida. El fracaso fue anunciado, como aquella crónica de una muerte. El manto del silencio oficial fungió de escondida revocatoria de hecho. Igual sucedió con la cacareada agricultura urbana. Quizá algunas personas recuerden la propaganda promocional de pimentones sembrados en el centro de Caracas o la de las maticas en balcones de apartamentos y poco más.
En julio de 2016, mediante publicación en la Gaceta Oficial del día 16, se participó a los venezolanos la decisión de delegar en las o, como dicen desde la ilegitimidad, la Fuerza Armada (omito el apellido agregado por mínimo respeto al Simón de nuestra historia republicana), la responsabilidad del Estado de garantizar la seguridad alimentaria de la población…, trastocada por el petulante afán manipulador en proclama de “soberanía alimentaria”. También se encomendó a los armados la distribución de alimentos. La razón de la sinrazón fue tomada de la imagen propia en el espejo, especialmente en términos de autoría: la guerra económica contra Venezuela, agregando que el empresariado tenía represados los alimentos. En el Ministerio del Poder Popular para la Defensa, repartieron entre algunos de los generales ascendidos a granel el provecho más que la responsabilidad y, en consecuencia, éstos fueron rebautizados por las voces populares como el general de la papa, el general del pollo, el general de la leche hasta agotar la enumeración.
Según expertos, la caída en la siembra de arroz este 2020 con respecto a 2019 es de cuarenta y seis por ciento (46%). Entre uno y otro rubro, la producción nacional de alimentos estimada para 2020, cubre un quince por ciento (15%) del abastecimiento necesario y en 2019 alcanzó el veinte por ciento (20%). Para abastecer setenta por ciento (70%) de la población con la proporción de nutrientes aceptable, se requerirían tres millones (3.000.000.000) de toneladas métricas de alimentos, cuyo costo a precios internacionales actuales sería de tres mil quinientos millones de dólares de los Estados Unidos de América (US$ 3.500.000.000), pero algunos de quienes de eso saben calculan en dos mil millones de dólares de los Estados Unidos de América (US$ 2.000. 000.000), el monto total de la renta petrolera en el ejercicio 2020.
El 22 de abril de 2020 en cadena nacional, el secuestrador de la silla presidencial retomó algunas de sus letanías predilectas: guerra económica y precio justo para acabar con la especulación. En el despacho del Ministro del Poder Popular para la Agricultura, en forma verbal y no anunciada, se pactaron precios en US$ con la agroindustria, que no resistieron ni 15 días. El 10 de mayo se convino el primer aumento y en junio el segundo. Fin de dichos acuerdos. Del 22 de abril para acá los precios de los alimentos se han incrementado en promedio, alrededor de 400%.
En otra cadena, el 29 de julio, una vez más el mismo sujeto apoltronado de hecho, vociferó la reactivación del aparato agrícola y en una tercera cadena, el 5 de agosto, notificó dos magnos descubrimientos cónsonos con su nivel de propensión a la farsa y alergia a la verdad: la forma de producción es el conuco y la solución son más “expropiaciones”.
El chillado poder popular acumula cuatro flamantes ministerios para el sector alimentos: el de Agricultura y Tierras, el de Agricultura Urbana, el de Alimentación y el de Pesca. Quizá sea más apropiado llamarlos cadáveres, como también lo son otras múltiples creaciones de la engañifa, entre ellas Pdval, Mercal y Mercados Populares al Aire Libre. El campo venezolano productor de alimentos fue también privado junto con los propietarios respectivos, de instrumentos de crucial utilidad existentes antes de llegar la plaga humana asfixiante. Destacado y suficiente botón de la muestra es Agroisleña, empresa con setenta (70) centros de distribución que apoyaban de varias maneras a los diecisiete de los veinticuatro estados (17/24) y a los doscientos noventa y siete de los trescientos treinta y cinco (297/335) municipios existentes, en los cuales la actividad agropecuaria es fundamental para su economía. Además se infiere, naturalmente, que al florecer en esa proporción del territorio la actividad agropecuaria, allí la situación económica mejora. Convertir a Agroisleña en despojo, fue antiagro y anti Patria, aunque renombrada Agropatria con el cinismo habitual.
Mientras el sainete en curso, con mucho de trágico y nada de cómico, llega a su fin la inevitable mirada hacia adelante, desde mi ventana, muestra sostenida merma en la producción de alimentos, así como en la disponibilidad de divisas para importarlos. A precio de hoy, como dicen, aparece menos claro qué tan pronto se apagará o cuánto se expandirá la combustión por la progresiva precariedad de combustible, siendo que en nuestra Venezuela el noventa y seis por ciento (96%) del transporte se realiza sobre ruedas.
Nota: Por lo que respecta a las cifras y datos en los párrafos precedentes, frente a la notoria inexistencia de fuentes oficiales mínimamente creíbles, unida a bloqueos para consultar en la red otras acreditadas, gracias a Dios queda el valioso apoyo informativo de líderes regionales y nacionales de los gremios involucrados. En el caso de la actividad agropecuaria, suministrado por otros integrantes, igual que yo, de la Plataforma Agroalimentaria PAN. Así mismo, por suficientes amigos confiables quienes, empinándose por encima de tanto obstáculo, perseveran despiertos en su aporte para hacer realidad el sueño del campo venezolano atractivo a la inversión, crecientemente productivo, actualizado, útil a la nación y con calidad de vida decorosa, cuando menos, para quienes la cultivan.