USA-RUSIA: ¿y la soberanía?
Análisis 20/03/2019 11:00 am         


No deja de ser extraño que un posible acuerdo para restablecer la gobernabilidad y la convivencia se coloque en manos de otros países



No deja de ser extraño y más que preocupante que un posible y necesario acuerdo mínimo para el restablecimiento de la gobernabilidad y la convivencia nacional se coloque en manos de otros países (en este caso potencias hegemónicas) con el visto bueno e incluso complacencia de los factores y agentes obligados a encontrar una salida a la grave crisis. Es común que frente a situaciones como ésta se despierte el interés de la opinión internacional y se tomen iniciativas para la mediación y el apoyo en salidas consensuadas que eviten el camino siempre impredecible de la violencia, pero la responsabilidad en la búsqueda de una salida es necesariamente de los connacionales. Ante el debilitamiento operativo de los organismos internacionales y el actual rumbo de la geopolítica mundial, cada vez se hace más necesaria la atención y el apoyo de naciones vecinas, pero siempre como elementos de negociación e intermediación y nunca como aliados o solidarios con las posiciones en pugna. Solo de esta manera la colaboración de la llamada "comunidad internacional" tiene sentido y es comprendida; pero en caso contrario (y es lo que ocurre con el caso Venezuela) la conveniente gestión externa se convertiría en un estímulo para los bandos en guerra.

Durante el lunes y el martes se reunieron en Roma el Enviado Especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams, y el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov (con la ausencia de representación nacional) para "encontrar salida" al creciente conflicto entre el gobierno de Maduro y la oposición. Ambos funcionarios reconocieron como positiva la primera conversación pero advirtieron que es un camino difícil. Si se tratara solamente de las relaciones en materia petrolera de Venezuela con los dos países (sobre todo después de las recientes sanciones de Washington a la empresa Citgo y otras compañías que involucran a los dos gobiernos) sería comprensible la oportunidad del encuentro. Pero si se trata de encontrar respuestas al cuadro crítico nacional, entre otras, el cambio de gobierno, la convocatoria a elecciones, etcétera, sin que estén presentes las representaciones del oficialismo y la oposición, estaría implicada ya no sólo una injerencia, sino algo más grave: inexplicablemente Maduro y en este caso Guaidó, le habrían otorgado a países extranjeros poderes "amplios y suficientes" para que decidan sobre el destino de todos los venezolanos. Se trataría de un caso único de reconocimiento de la necesidad de una "planta insolente del extranjero", como escribió Cipriano Castro, y además de una injustificable y cobarde renuncia a la soberanía, precisamente en la patria de Francisco de Miranda y Simón Bolívar.





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