A la medianoche del 11 de abril del 2002, el general Raúl Baduel levantó el teléfono y escuchó la voz de Hugo Chávez: “hermano, te agradezco tu posición y la de tus soldados porque eso ha servido para impedir que vengan a atacarnos aquí en el Palacio y a matarnos”. A los pocos minutos Chávez cedía a la presión del Alto Mando y abandonaba Miraflores. En su oficina de la Brigada de Paracaidista de La Placera en Maracay, Baduel esperaba un desenlace que temía sangriento. y más todavía en la ciudad que seguía siendo el más importante bastión militar del país. Recordó que junto a sus compañeros Felipe Acosta Carlés y Jesús Urdaneta Hernández sellaron un pacto de sangre ante el Samán de Gûere la tarde del 17 de diciembre de 1.982. Se trataba de promover una acción de las jóvenes generaciones militares para tomar el poder y aplicar un programa inspirado en las lecciones de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora.
El 4 de febrero de 1992 estalló la primera intentona golpista y el 27 de noviembre del mismo año se registró una réplica de oficiales de mayor graduación. Baduel no participó en ninguna de las dos y años después confesó a la historiadora Marta Harnecker: “como yo no tenía certeza de que eso estuviese estructurado no fui partidario del pronunciamiento militar, a pesar de que había discutido eso por lo menos con Chávez y Arias Cárdenas, muchos de mis compañeros han señalado que tuve posiciones ambivalentes, que nunca me comprometí, que no salía adelante”.
Los oficiales sublevados fueron a las cárceles y en 1994, sobreseídos por orden presidencial, Chávez emprendió la construcción de un movimiento político. Baduel seguía en los cuarteles, egresaba del curso de Estado Mayor de la Escuela de Las Américas en Fort Benning, y debía sobrellevar las sospechas de sus superiores por su “pasado bolivariano” mientras combinaba su carrera militar con las enseñanzas del taoísmo. Al lado de los manuales de guerra reposaba el Tao Te Ching de Lao Tse, un libro que reza: “el mejor militar no es marcial, el mejor luchador no es agresivo y el mejor conquistador no entabla combates”. Esa madrugada de abril su personalidad esquiva a las definiciones, debía tomar una decisión crucial para su vida.
El 12 de abril del 2002 sorpresivamente el empresario Pedro Carmona asumió como Presidente provisional de la República y mediante un decreto liquidó los poderes constituidos. El grupo militar que forzó la salida de Chávez esperaba que una decisión de Baduel, por el poder de fuego en sus manos, habría de blindar la nueva situación. La mañana del sábado 13 resultaba claro que la fórmula escogida para relevar al mandatario no garantizaba una transición estable. Los alrededores de La Placera, comenzaban a poblarse con partidarios oficialistas, mientras varios oficiales llegaban de Caracas y exigían respuestas ante un inexplicable y ya prolongado suspenso. Baduel, en una oficina impregnada de incienso, habría de tomar una decisión significativa: la activación del Plan de Restitución de la Dignidad Nacional, que con el argumento de preservar la vigencia constitucional, aseguraba el regreso del Presidente entonces prisionero en La Orchila. El balance de las fuerzas a esa hora resultaba favorable a la decisión y más aún con la incorporación de la Aviación, lo cual sumaba el 80% del total de las unidades de comando.
El solo anuncio de la operación tuvo un efecto disuasivo en un improvisado frente cívico-militar con clara tendencia a su pronto resquebrajamiento. La madrugada del 14, Chávez fue rescatado, entraba a La Placera, recibía el abrazo de Baduel y marchaba a la retoma de Miraflores. El artífice de la jornada iniciaba entonces una vertiginosa carrera: comandante de la División de Maracay, comandante del Ejército y Ministro de la Defensa con grado de general en jefe. Baduel era el único del grupo bolivariano original que había permanecido en la estructura militar, gozaba de aprecio por su capacidad profesional y poseía conocimiento de la movediza topografía castrense.
El 2007 Baduel pasó a retiro, pero ya había labrado un liderazgo con influencia incluso en el mundo civil. Ese año la propuesta de Chávez de una reforma constitucional para legalizar su proyecto de socialismo del siglo XXI le abría una oportunidad de oro cuando decidió llamar a enfrentarla y a votar contra ella en un tiempo cuando aún el desánimo privaba en el mundo opositor por la reciente derrota de su candidato Manuel Rosales. La noche del 2 de diciembre cuando se conocieron los primeros resultados, Baduel asumió la defensa de la voluntad democrática y anunció que la reforma chavista ya había sido rechazada por el pueblo, pero fue más allá: su influencia resultó determinante para que el Alto Mando Militar emplazara a Chávez a reconocer el resultado adverso. Si se buscase ahora el punto de ruptura de una larga amistad entre ambos, habría que encontrarlo esa noche cuando Chávez debió asimilar el peso de un certero revés. Sometido a juicio por supuestos actos de corrupción como ministro, Baduel permaneció detenido y condenado a 7 años y medio de prisión e inhabilitado políticamente.
Recién electo Chávez en 1998 llamó a Baduel para que lo acompañara como su secretario privado, cargo que ejerció durante varios meses. El 1 de enero de 1999, antes de la toma de posesión, ambos asistieron a la celebración de los 40 años de la Revolución Cubana en La Habana. En el viaje de regreso los acompañó Gabriel García Márquez en tareas periodísticas. El “Gabo” en la crónica que escribió sobre el encuentro pone de manifiesto el contraste entre la jovialidad y soltura de Chávez y el rostro indescifrable de Baduel. Luego, con la perspicacia del novelista cierra el reportaje con una interrogante sobre Chávez que años después tuvo una respuesta que no dejó lugar a dudas: “mientras se alejaba entre sus escoltas de militares comprometidos y amigos de la primera hora, me estremeció la inspiración de que con Chávez había viajado y conversado con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar su país. Y el otro, un ilusionista que podría pasar a la historia como un déspota más”. El 12 de octubre del 2021 el general en jefe Raúl Baduel, luego de varios años nuevamente prisionero durante el gobierno de Nicolás Maduro, falleció en circunstancias misteriosas en un calabozo del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) en Caracas.