Por Carlota Salazar CalderónA esos límites de conducción normativos e institucionales, que surgen de la sociedad, que impone el Estado, que debemos cumplir todos. Así, que mis queridos amigos, el orden es estabilidad el desorden es caos, parafraseando a Lechner.
Históricamente la sociedad venezolana se ha movido en sus contradicciones desde la colonia cuando el poder real estaba en el caudillo, como soporte de la autoridad del gobernador español, hasta las normas enviadas tenían el sello el acatase pero no se cumpla, evidenciando la debilidad del orden establecido.
Los juristas o sofistas, como los llamaba el Libertador, copiaron el régimen político norteamericano que diseña una república federal, que contrastaba con el centralismo que imponía el caudillo de turno. Sin republicanos ni federalistas, alejado de nuestra realidad social de mayorías analfabetas, pobres y deprimidos. Cuando no habían corrientes políticas sino banderas para llegar al poder, entre guerras, guerrillas y asaltos, como expresó Antonio Leocadio Guzmán en el Congreso de 1867: No sé de dónde han sacado que el pueblo venezolano le tenga amor a la federación cuando no sabe ni lo que esa palabra significa… sí los contrarios, señores, hubieran dicho federación, nosotros hubiéramos dicho ¡centralismo!
Contradicciones planteadas por el Libertador ante el Congreso de Angustura (1812), cuando reflexionó sobre las causas de nuestra destrucción por la adopción de un sistema tolerante frente a una sociedad que no conocía el valor de sus derechos; por Vallenilla Lanz, cuando hacía referencia a las constituciones efectivas y las de papel o por Brewer Carias que identifica el sistema político sólo como una Etiqueta Federal.
Pese a que la democracia arriba con bombos y platillos continuaron las mismas contradicciones, sólo que ejecutadas por los partidos políticos. Ya no era una sociedad inculta y empobrecida, más bien una clase media pujante donde había oportunidades para el estudio y la superación personal, que en lugar de incluirla la apartó para funcionar en un esquema perverso de cogollos y convertirse en una democracia de partidos, donde la voluntad general era, o es, la voluntad de los partidos políticos.
Las contradicciones logran su mayor esplendor con la llegada del chavismo al poder cuando se cambia el sistema político de representativo a participativo, descentralizado, solidario, corresponsable… que se transformó en una burocracia concentrada, hipertrofiada y autoritaria. Excesivo control de las organizaciones comunitarias y una predica permanente de valores de solidaridad y humanidad que en la práctica es inhumana e indolente, con quienes no pertenecen al PSUV.
Estas circunstancias, a mi juicio, han llevado a la sociedad a la indiferencia. No cree en nada ni en nadie. Dicen: “yo no tengo nada que ver con política” “los políticos son unos ladrones” “todos son iguales” “no me importa quien gobierne”. Así, la sociedad se ha quedado al margen lo que pasa, de lo bueno ¡aleluya! Y de lo malo ¡ojalá cambie! Caldo de cultivo perfecto para el autoritarismo y el latrocinio.
Una sociedad indiferente es permisiva, profundiza en ella las contradicciones aumentando el caos. En mi próximo artículo reflexionaremos a cerca de los mecanismos contra la indiferencia.