"Gracias, asesino es un relato negro de España en esta hora mortecina, un alegato político, una fábula con animales más inteligentes que los hombres con los que comparten almadía y destino, que invitará a la sonrisa inteligente y al pensamiento crítico", escribe Alfonso Armada en el prólogo que acompaña este libro del periodista y escritor Bosco Esteruelas. Se trata de su cuarta obra literaria, publicada ahora por Ediciones del Genal.
Tres ratas ilustradas, profesoras de la Universidad de Columbia, llegan a España para realizar una investigación sobre el coronavirus. El propio autor convertido en personaje narra en primera persona: está confinado y se psicoanaliza por Skype, también organiza una Corrida de la Beneficencia. En una sociedad conmocionada por la enfermedad, los roedores Freddy, Teby y Abigaíl se convierten en oráculos. Y aunque el asunto invita a la risa, la idea de fondo no puede ser más amarga.
Tiene razón Armada: Gracias, asesino es un híbrido. Combina el fatalismo hilarante del Malaussène de Pennaccon el Coronel Sandersde Kafka en la Orilla, las criaturas de Esopo y en ocasiones muestra un ramalazo del Alceste de El Misántropo, pero también conserva un aire de familia con Berlanga y participa del Ruedo ibérico de Ramón del Valle-Inclán, cuya figura empuja e impulsa la lógica del esperpento y el espejo deformado que Bosco Esteruelas exprime como un limón.
Que Bosco Esteruelas no incurra en el noir no significa que Gracias, asesino sea una novela inofensiva, al contrario: posee la lucidez de la parodia y toda la oscuridad de quien describe una sociedad capaz de seguir a una rata. Estas páginas poseen la sensación de irrealidad o la inverosimilitud necesaria para escribir una novela realista sobre la pandemia de coronavirus, una plaga que comenzó en una ciudad china llamada Wuhan y que muchos atribuyen a una sopa de murciélago. Presentado así, lo de las ratas parece no-ficción.
Planteada desde lo autobiográfico, pero no despojada de lo novelesco, Gracias, asesino documenta la pandemia del covid-19 al mismo tiempo que la exagera, la deforma, la retuerce. Bosco Esteruelas se muestra a gusto como narrador y personaje, porque mezcla los registros que le son afines, tanto periodísticos como literarios. Escrito en forma de diario, que abarca del 25 de marzo al 21 de junio, Esteruelas narra su confinamiento en Málaga: empieza como si se tratara de una columna periodística y avanza hacia una ficción cada vez más hilarante en la que las ratas se convierten en protagonistas de la historia.
Las peripecias de estos roedores permiten a Esteruelas volcar en el papel las mismas dudas y quejas que han asaltado a los ciudadanos a lo largo de todo el confinamiento. Pocos animales pueden generar más rechazo que un roedor y sin embargo, los elige como polo de empatía con una sociedad que no espera nada de sus gobernantes. La metáfora del vacío no puede ser mayor.
A lo largo de más de cuatrocientas páginas, entran y salen personajes reales y ficticios, desde un psicoanalista jamaiquino, pasando por Juan Soto Ivars, Pedro Sánchez, Ai Wei Wei, Pablo Iglesias o Arancha González Laya. Ocurren episodios como la huida en barco de los Borbón Ortiz acompañados de los eméritos y una convocatoria electoral a la que acuden como candidatos personajes como Aniceto Alcalá-Mora. Hay humor, pero también desasosiego: una sensación de tiempo que gotea en el encabezado de la fecha que delimita cada capítulo.
Bosco Esteruelas (Zaragoza, 1951) ha trabajado en El País como editorialista y corresponsal en Tokio y Bruselas, y antes en la agencia Efe en las delegaciones de Roma, Washington y Londres. Ha sido también portavoz de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y de la Comisión Europea. Ha publicado cuatro novelas: El reencuentro (2011), Todo empezó con Obdulio (2012), Retorno a Zumaia (2014) y una colección de relatos titulada La chica de Tsukiji (2014).
Vozpópuli