Nueva colaboración con Glenn Close, mientras produce las adaptaciones de ‘Noticia de un secuestro’ y ‘Cien años de soledad’
Por Gregorio Belinchón
Hace décadas que Rodrigo García (Bogotá, 61 años) está asentado en el audiovisual mundial, donde pasó de ser en sus inicios “el hijo de Gabriel García Márquez” a convertirse en “el director de Glenn Close”, por la estrecha colaboración que mantiene con la actriz. Juntos hicieron Cosas que diría con solo mirarla (2000), Nueve vidas (2005) y Albert Nobbs (2011), mientras que, en solitario, ha dirigido Madres e hijas (2009) o Últimos días en el desierto (2015); por no hablar de su ingente labor en series como productor, guionista o realizador en A dos metros bajo tierra, En terapia, Christine, Carnivàle, Lauren, Susanna, The Affair o Blue, entre otras.
Como si fuera director de un circo con tres pistas, García se encuentra ahora en Buenos Aires, donde dirige, para Disney+, la serie Santa Evita, adaptación de la novela de Tomás Eloy Martínez sobre la desaparición del cadáver de Eva Perón. Mientras, promociona Cuatro días, que se estrena en España el viernes, 7 de mayo, y que ilustra la relación entre una madre (Glenn Close) y una hija drogodependiente (Mila Kunis), que vuelve a la casa familiar para intentar dejar su adicción por decimocuarta vez. En paralelo, vigila, como productor ejecutivo, la adaptación de Noticia de un secuestro, el libro de su padre, que dirige Andrés Wood para Amazon Prime Video; y en el horizonte se asoma la versión para Netflix de Cien años de soledad. “Como condición primordial”, contó por vía telemática el pasado miércoles, “siempre está que se hagan en español y a ser posible que se rueden en Colombia”. Y por esa misma razón está en Argentina con Santa Evita, “un viaje apasionante que, además de la novelización del libro de Tomás Eloy Martínez, cuenta con mucha información real”.
De esos cuatro proyectos, tres nacen de la realidad para devenir en ficción. García lo explica: “Tomás Eloy y mi padre eran muy amigos, mutuos admiradores, y ambos jugaban con placer saltando por esa línea borrosa que separa realidad y ficción, un terreno muy interesante para el arte. Lo mismo ocurre con Cuatro días, nacida de un reportaje periodístico [se basa en un artículo en
The Washington Post del ganador del Pulitzer Eli Saslow] con dos mujeres reales. Las visité en Detroit, conocí las calles en las que Amanda, la hija, malvivió durante años, y luego escribimos Saslow y yo a cuatro manos para que funcione en pantalla”.
En realidad, apunta, Saslow realizó una larga serie de reportajes “sobre la epidemia de opiáceos” que asuela EE UU, y por tanto conocía muchos detalles que añadían verosimilitud a lo narrado. “Durante años fue la peor enfermedad en EE UU, provocada porque las compañías farmacéuticas producían una enorme cantidad de pastillas con opioides, e incentivaron a los médicos para que las recetaran e hicieran muy accesibles. Así nació esa ola de adicción, y hasta hoy todas las demandas interpuestas contra las empresas han sido ganadas en los tribunales”, explica. En el caso de Amanda, un esguince en su adolescencia derivó en esa drogodependencia. “Fue una pandemia provocada por el puro negocio, y en EE UU hay aún una terrible concepción de tratar al adicto como un criminal y no como un enfermo. Eso se ve en su reflejo en el sistema carcelario”, ahonda.
Actores latinoamericanos
¿Le importa mucho el formato del audiovisual? “Por duración y estructura, las series y las películas son distintas. Pero en el fondo cuentan historias. Es un buen momento de producción de series... aunque que haya muchas no quiere decir que todas sean buenas. Yo soy amante de las miniseries, como las que estoy dirigiendo y produciendo ahora, y habitualmente siento que se hacen demasiado largas”. Contra ese vicio, García ha llegado a hacer Blue, “que tuvo episodios de siete minutos”. Por eso, la obra de su padre, cree, funciona mejor para series. “Ya en vida de Gabo se pensó en Noticia de un secuestro para una película. Sin embargo, no me parece que se pueda constreñir en dos horas. Cuando me permitieron producirla en escenarios locales y en español, me acerqué al chileno Andrés Wood por su capacidad para narrar historias personales en marcos nacionales y políticos. También pensé que un director no colombiano traería una perspectiva distinta que explicara el contexto colombiano para el público no colombiano. La obra de mi padre solo se puede filmar en castellano”. Al coincidir los rodajes de Santa Evita y Noticia de un secuestro, García está viendo desde la distancia el material grabado en su país. “Y estoy muy contento”.
El auge de las plataformas ha incrementado la presión sobre los derechos de adaptación de la obra de García Márquez. “Lo que ayuda es que para mí es imperativo que series como Santa Evita o Noticia... se hagan en español. Jamás las haría en inglés. Es más, en Santa Evita yo soy el único no argentino en el equipo de producción”. ¿Y cómo será Cien años de soledad? “Lo mismo, el compromiso con Netflix es rodarla en castellano y filmarla en Colombia siempre que sea posible, eso sí, con actores latinoamericanos. En ello estamos”. A García se le escapa una carcajada cuando se le habla de la responsabilidad de salvaguardar la obra de su padre. “Hombre, todo es bastante privilegiado. Hay, claro, que ocuparse, pero decir que es una carga sería obsceno”.
Antes de acabar, desgrana su relación con su intérprete favorita: “Trabajar con Glenn es muy sencillo, porque es muy buena actriz. Como cualquier creador, tiene su proceso para entender y construir su personaje. Llegados al rodaje, es muy fácil”. ¿Y qué pensó al verla haciendo un perreo en la gala de los Oscar? “Esa es la auténtica Glenn. Cuando acabó el baile, soltó una gran carcajada y eso es muy de ella. Es consciente de que se la ve como una actriz seria y veterana, y contra eso le encanta expresar su humor irreverente”.