El “inciso alfaro ucero”
Historia 25/03/2019 05:00 am         


Norma que vulneraba los derechos y garantías individuales de los ciudadanos consagrados en el texto constitucional



El periodo comprendido entre el 18 de octubre de 1945 y el 24 de noviembre de 1948, es comúnmente denominado en nuestra historiografía como el trienio adeco, dado el predominio que el partido Acción Democrática fundado por Rómulo Betancourt ejerce en la conducción de la política y el gobierno tras el derrocamiento del general Isaías Medina Angarita por un golpe militar, que con el apoyo civil del partido blanco liderizan jóvenes oficiales, que se han agrupado en una logia denominada Unión Militar Patriótica y en cuya organización destaca el entonces mayor Marcos Pérez Jiménez.

Acción Democrática, era hasta el día anterior al éxito del pronunciamiento castrense, un partido que buscaba interpretar los anhelos y esperanzas de la Venezuela emergente, sus raíces primigenias se remontaban a los primeros pasos políticos de un joven inteligente, talentoso y audaz llamado Rómulo Betancourt, que había destacado en las luchas estudiantiles antigomecistas de 1928, y que luego había experimentado un proceso de madurez y decantación ideológica, que lo habían llevado desde el radicalismo marxista, hasta posiciones moderadas, reformistas y nacionalistas, en base a las cuales comienza al regresar al país en 1936, a motivar sucesivos agrupamientos ORVE, el primer y segundo PDN, hasta haber constituido en septiembre de 1941 a Acción Democrática, entre cuyos postulados y banderas destacaban la lucha por la moralidad administrativa, el sufragio universal, la reforma agraria y la defensa de nuestros recursos naturales frente a la voracidad de los intereses imperialistas.

Aprovechando el amplio clima de libertades propiciado desde el gobierno por el presidente Isaías Medina Angarita, Rómulo Betancourt y el núcleo fundamental de su partido, se dedican a ensancharlo social y geográficamente, buscando sostener su influencia en los sectores de el aun incipiente movimiento obrero, de los campesinos y sobre todo de las clases medias rurales y urbanas atraídas por el mensaje renovador y las consignas modernizadoras: pulperos, pequeños comerciantes, maestros de escuela, telegrafistas, conforman sus equipos de dirección en estados y municipios. AD hace fuerte y consecuente oposición al gobierno del general Medina, lo que lo lleva a establecer conexión con los sectores militares disidentes que dentro de las fuerzas armadas reclaman medidas para actualizar al viejo ejército y los viejos mandos, en buena medida heredados del gomecismo, y que se sitúan en contradicción con las hornadas de jóvenes y competentes oficiales egresados de la Academia Militar.

AD, en el tiempo anterior al golpe al Presidente Medina, es un partido en expansión y consolidación, pero sus dimensiones reales distaban mucho de ser mayoritarias, de allí que el ejercicio del gobierno que deriva del pacto con los militares, y el acceso privilegiado a los centros de poder y toma de decisiones, es lo que va a multiplicar su militancia y su presencia en todos los escenarios nacionales adquiriendo ahora sí fuerza de mayoría. La Junta de Gobierno que deriva del golpe del 18 de octubre de 1945 es presidida por Rómulo Betancourt y en ella tienen mayoría dirigentes de su partido, el copamiento burocrático es total, todos los ministros, gobernadores de estado, prefectos, jefes civiles, y directores de organismos públicos y empresas del Estado, son militantes de esa organización. AD proyectada al poder por un golpe de fuerza, tantas veces satanizado por sus líderes, despierta una voluntad de predominio y hegemonía, que lleva implícita el sectarismo, la exclusión y execración de todo quien no comulgue con sus ideales.

En ese ambiente se celebran el 27 de octubre de 1946, elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente, donde por vez primera el pueblo vota directamente para elegir sus representantes. El partido de gobierno logra una abrumadora mayoría que convertirá el escenario parlamentario en un “mar de brazos alzados “a la hora de discutir todos los aspectos que involucran la redacción y sanción de una nueva Constitución. Lejos quedan COPEI, URD y el Partido Comunista, que sin embargo animaran los debates y sesiones de la Asamblea Constituyente.

El órgano que debe redactar la nueva Carta Magna, se convierte en escenario de duras confrontaciones ideológicas a la hora de asumir los temas fundamentales. En su dirección sobresale la figura egregia del poeta Andrés Eloy Blanco, quien con su fino talento, su ingenio y gracia, y su bonhomía y don de gente, actuara como auténtico moderador y factor de distensión y conciliación en un debate pugnaz y a ratos irreconciliable. Las sesiones de la Constituyente son transmitidas por la radio por la que el ambiente político y ciudadano se contamina de las discusiones.

Uno de los aspectos mas polémicos, que causara incluso disidencias al interior de la fracción mayoritaria de AD, será la redacción y discusión de lo que terminaría siendo el artículo 77 de la Constitución de 1947, que pasara a la historia como el “inciso Alfaro Ucero” nombre derivado del entonces párvulo diputado monaguense que se atreve a asumir su paternidad. La norma en cuestión autorizaba al Poder Ejecutivo, aún sin suspender las garantías constitucionales, para tomar medidas de alta policía, ordenando la detención preventiva de las personas contra quien obraran graves motivos para considerarlas comprometidas en planes o actividades conspirativas. Se trataba de una norma discrecional, que vulneraba los derechos y garantías individuales de los ciudadanos que el propio texto constitucional consagraba.

Luis Alfaro Ucero, quien terminaría años, mas tarde consagrándose como indiscutido y luego defenestrado caudillo de AD, tuvo que cargar para toda la vida con el estigma de ser el proponente de una de las iniciativas constitucionales mas repudiadas y cuestionadas del trienio adeco, donde los dirigentes del partido de Betancourt, que como una vez lo dijera el viejo Valmore Rodríguez soñaron con “gobernar 100 años”, terminaron echados del poder por los mismos jefes militares que le habían facilitado el acceso al mismo.





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