El bardo cumanés ha sido sin duda alguna el mejor intérprete de la poesía popular venezolana de todos los tiempos. Dotado de una preclara inteligencia que le permitió destacarse como abogado, intelectual, municipalista, humorista y parlamentario, sus poemas generalmente asociados a situaciones de la cotidianidad y la singularidad venezolana, tienen una vigencia intemporal. Pero, junto a sus éxitos literarios, su entrega desde muy joven a la causa democrática, libertaria y popular, le elevaron a la merecida condición de héroe civil en el panteón de la venezolanidad.
Andrés Eloy Blanco, fue inquilino frecuente de las cárceles gomecistas, desde la terrible Rotunda, hasta el Castillo de Puerto Cabello, "el barco de piedra", como él mismo lo bautizara, y donde a la muerte de Juan Vicente Gómez tuvo oportunidad de ser orador en una simbólica ceremonia donde se echaron los grillos de tortura al mar, y allí dijo el poeta: "... Hemos echado al mar los grillos, y maldito sea el hombre que se atreva de nuevo a clavar un pedazo de hierro en la carne de un venezolano, invitando igualmente a arrojar los grillos del atraso, el analfabetismo y la pobreza que mantenían adormecida la conciencia del pueblo".
Iniciada la transición hacia la democracia, el poeta adquiere el compromiso militante, renunciando de antemano al sectarismo y las visiones excluyentes, lo que le permitía tener amigos en todas las corrientes ideológicas, tal vez porque un hombre de su genio no cabía en el estrecho molde de las visiones parciales. Concejal, diputado al Congreso Nacional, tuvo oportunidad al momento de firmarse el acuerdo de límites con Colombia que lesionaba nuestra integridad territorial en 1941 de pronunciar un discurso donde destacaba: "Corremos la suerte de nuestro amargo destino, que sentenciaba que Colombia es una universidad, Venezuela un cuartel, Quito un convento, pero la verdad es ciudadanos parlamentarios que esta tierra de hombres retrecheros que se forjó en los vivaques, ha perdido la quinta parte de su territorio sin disparar un tiro".
Luego del controversial golpe del 18 de octubre de 1945 y de la instalación de la primera Asamblea Nacional Constituyente, electa por sufragio universal, Andrés Eloy Blanco tendrá oportunidad de presidir este cuerpo colegiado encargado de redactar la primera constitución democrática de nuestra historia, y allí será su consagración como fino orador, pero sobre todo como hombre moderador, que permite con amplitud y tolerancia que los debates sobre temas sensibles que exacerban las pasiones ideológicas, no se desborden. Cuando ardía el hemiciclo y las barras, inflamadas por los discursos antagónicos, Andrés Eloy hacía circular papelitos con versos de sano humor que permitían la distención y la cordura.
Al ser electo en diciembre de 1947 Rómulo Gallegos, su gran amigo, como presidente de Venezuela, Andrés Eloy Blanco es designado canciller de la República y de nuevo su talento jurídico y su conocimiento de los temas internacionales, eclipsados por su fama poética, le harán asumir con dignidad y brillo la representación de Venezuela en los foros internacionales. En París lo sorprende la militarada del 24 de noviembre de 1948 contra Gallegos, que le impide regresar a Venezuela y opta por el exilio mejicano en compañía de su esposa Lilina y de sus dos hijos a los que catalogaba como "mi sabio taciturno y mi charro turbulento".
En uno de sus más bellos poemas, el preclaro intelectual había retratado la realidad venezolana bajo el signo de los caudillos y las salvajadas:
Venezuela, más poblada en la gloria que en la tierra
La que algo tiene y nadie sabe dónde
Si está en la leche, la sangre o la placenta
Que el hijo bueno se le muere fuera
Y el hijo cruel se le eterniza adentro.
No imaginaba el poeta que esa sería su destino. El 20 de mayo de 1955 la colonia de exiliados venezolanos en la tierra azteca, rinde homenaje a la memoria de Alberto Carnevali, secretario general clandestino de AD, quien fue dejado morir en la penitenciaría de San Juan de los Morros por la dictadura. Andrés Eloy pronuncia una pieza oratoria, donde al final resalta: "… Después de hecho el héroe: Leonardo, Alberto, Antonio, en el molde de ese héroe vaciamos la carne de los pueblos…".
Esa misma noche al regresar a su residencia Andrés Eloy es víctima de un accidente automovilístico, donde el alcohol y la imprudencia de un conductor lo supliciaron inesperada e inmerecidamente. Sus familiares y amigos realizan gestiones ante el régimen de Marcos Pérez Jiménez para que lo dejen enterrar en Venezuela, la dictadura accede bajo numerosas condiciones, desde la llegada del ataúd a Maiquetía la noche del 20 de junio de 1955, numerosos espías de la tenebrosa Seguridad Nacional asechan su velatorio. El 21, sus restos son trasladados al Cementerio General del Sur, donde una considerable multitud lo acompaña a pesar del terror impuesto.
Rodeado de esbirros, que esperan que el acto final no trascienda, las notas del Himno Nacional entonadas por una enronquecida multitud abre los fuegos, se oyen los primeros gritos ¡Abajo la dictadura! ¡Viva la libertad!, desafiantes hablan Pablo Guzmán de la Juventud Comunista y Hely Colombani de Acción Democrática, la multitud se dispersa mientras los oradores son perseguidos, detenidos y torturados por su osadía. Andrés Eloy Blanco había vuelto a la tierra de sus poemas, de sus luchas y de sus desvelos libertarios, para sembrarse para siempre en el corazón del pueblo venezolano.