¡¡¡Murió el loquero!!!
Historia 16/05/2019 05:00 am         


No curaban pero mantenían en orden el establecimiento...



Laureano Vallenilla Lanz aparece en la historiografía venezolana como el más destacado de los intelectuales que, adscritos a la escuela positivista, pretendieron dar fundamento teórico a la larga y cruel dictadura gomecista. Nacido en Barcelona, estado Anzoátegui, el 11 de octubre de 1870, pese a no haber tenido una educación académica sistemática y formal, destacó desde muy joven por sus lecturas e indagaciones en materia de historia, filosofía y sociología, llegando a ser uno de los pensadores más respetados de su tiempo.

Sus vivencias en un país disgregado, aturdido por revueltas y guerras civiles, donde los caudillos se disputaban un poder inestable y cambiante y sus contactos con las ideas de la escuela positivista, lo llevaron a adscribirse a una interpretación de la sociedad, el medio natural, el desarrollo y el poder, que terminó en una crítica al sistema liberal y un planteamiento justificatorio del autoritarismo, del hombre fuerte, del César llamado por la Providencia a garantizarla autoridad, el orden y el progreso, en contraposición a la anarquía y las luchas fratricidas.

En octubre de 1911, apenas un año después de que Juan Vicente Gómez asumiera el poder al desplazar a su ausente compadre Cipriano Castro, Laureano Vallenilla publica su primer texto del “Gendarme Necesario”. Es de hacer notar que en ese tiempo aún existía en el país la ilusión democrática con el nuevo gobernante, que había reformado la Constitución Nacional para acortar el periodo presidencial y prohibir la reelección inmediata, y aun en aquel ambiente de optimismo libertario, el intelectual barcelonés sintetiza su tesis sobre la vigencia del hombre fuerte señalando: “En todos los países y en todos los tiempos, aun en estos modernismos de que tanto nos ufanamos de haber conquistado para la razón humana una vasta porción del terreno en que antes imperaban en absoluto los instintos, se ha comprobado que por encima de cuantos mecanismos institucionales se hayan hoy establecido, existe siempre, como una necesidad fatal el gendarme electivo o hereditario de ojo avizor, de mano dura , que por vías de hecho inspira el temor y que por el temor mantiene la paz”.

Vallenilla fustiga el credo liberal, que confía en la Constitución, en las leyes y las instituciones como factor de estabilidad y progreso, y defiende la realidad de un medio, una raza, un medio ambiente y un tiempo histórico, donde solo un hombre fuerte puede asegurar la paz social, mediante su autoridad o su mano dura. Las tesis de Vallenilla adquirirán corporeidad editorial en un texto polémico pero enjundioso y de obligatoria lectura que bautiza como “Cesarismo Democrático“ donde agrupa trabajos de interpretación sociológica e histórica,el primero de los cuales titula: ”fue una guerra civil”, donde con variedad argumental señala que nuestra contienda hasta 1815 con la llegada del ejército expedicionario español al mando del general Morillo, fue una guerra entre venezolanos, la mayoría de los cuales se mantenían fieles a la Corona.

Cuando Juan Vicente Gómez despeja sus propósitos continuistas y dictatoriales, un grupo de prestigiosos intelectuales prestarán sus talentos y sus plumas para servir y justificar el régimen, y aparecen junto a Vallenilla hombres de la talla de Gil Fortoul, Pedro Manuel Arcaya, Cesar Zumeta, que desempeñarán altos destinos públicos a lo largo de la longeva tiranía.

En 1915 Vallenilla ha acumulado méritos para asumir la dirección del periódico oficioso EL NUEVO DIARIO, en la que sustituye a un personaje que luego jugará un papel clave en la historia contemporánea: Diógenes Escalante, quien se marcha a un largo periplo por distintas legaciones diplomáticas. En 1916 el régimen lo distingue con la condición de senador por el estado Apure, presidiendo el Congreso Nacional, lo que delata una ya estrecha cercanía con Juan Vicente Gómez amo y señor de Venezuela.

En 1931 Laureano Vallenilla es designado como embajador en Francia y allí vivirá los últimos años de su vida. El 18 de diciembre de 1935 le llega a París la noticia de la muerte del dictador al que ha servido por largos años. Su hijo Laureano Vallenilla Planchart, quien años más tarde servirá como ministro de Relaciones Interiores y seudo-teórico a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, comenta en su libro “Escrito de Memoria” el impacto y las expresiones de su padre al conocer la noticia del deceso del general Gómez, veamos: “…observo que sus ojos se humedecen al oír la noticia, de pronto dice : “se murió el loquero” y luego explica : “el general Gómez nos ha dado muchas veces la impresión de esos loqueros de antiguos manicomios, que empleaban la terapia de la lata de agua y el látigo. No curaban pero mantenían en orden el establecimiento…”.





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