Antonio Leocadio Guzmán será el primer líder popular que conozca la historia venezolana, dotado de gran inteligencia y formado en Sevilla y Madrid; en tiempos de la Guerra de Independencia regresó a Venezuela para servir en la Secretaría del Libertador Simón Bolívar y más tarde colocarse al lado de José Antonio Páez en todo el proceso de disolución de la Gran Colombia y el nacimiento de Venezuela como República independiente.
Antonio Leocadio era hijo de un oficial español realista y de Carlota Blanco pariente cercana de los Bolívar. Su talento y conocimientos le permitieron figurar en los primeros elencos ministeriales de la nueva República, desempeñándose en la cartera de Interior y Justicia. Con grandes aspiraciones políticas, Guzmán intuye que la alternabilidad impuesta por el binomio Páez-Soublette, y las leyes económicas promulgadas por sus gobiernos, han generado profundo descontento en los sectores sociales empobrecidos, por lo que siente llegada la hora de fundar una agrupación política que convoque y aglutine a esos sectores mayoritarios de la sociedad. En 1840 oficializa su ruptura con el conservatismo y funda el Partido Liberal, con el periódico “El venezolano” que pronto se convierte en un auténtico fenómeno político y editorial.
Dotado de recursos histriónicos y oratorios, acuña por vez primera el término “oligarquía”, para caracterizar a los sectores económicos que han rodeado a Páez y que medran alrededor de su gobierno, en desmedro de los sectores trabajadores, profesionales y populares. Pronto sus proclamas y filípicas desde “El venezolano” logran impactar a los sectores empobrecidos por la política económica conservadora, dándole a su liderazgo y a su partido auténticos contornos de fenómeno de masas. Sin embargo el ahora llamado apóstol del Partido Liberal, acostumbrado a los pactos y acuerdos de las políticas palaciegas, jamás pensó que sus consignas producirían una radicalización de las posiciones de los más pobres, ni que desatarían un huracán de violencia y confrontación que amenazaría la estabilidad de la República.
Cuando Guzmán observa el efecto de sus prédicas sobre la voluntad y el ánimo de sus seguidores, trata de contenerlos y de buscar un acuerdo con Páez para canalizar las demandas sociales. Una entrevista pactada en La Victoria a instancia de Santiago Mariño, fracasa pues tras del jefe del Partido Liberal marchan campesinos, artesanos y esclavos que pronto derivan hacia el saqueo y la insurgencia. Los conservadores reaccionan con dureza y el líder del liberalismo pasa a la clandestinidad, para ser luego detenido, enjuiciado, inhabilitado políticamente y finalmente condenado a muerte, situación en la que se encuentra cuando José Tadeo Monagas, impuesto por José Antonio Páez, asume la Presidencia de la República.
La voltereta política que el nuevo gobernante inicia contra su poderoso predecesor salva a Guzmán del cadalso y además le permite pasar de la cárcel y el exilio a la vicepresidencia de la República, cuando los liberales se suman a la reacción anti-paecista promovida por Monagas. El jefe liberal saca cuentas y concluye, que al vencerse el periodo presidencial de Monagas, este lo escogerá como su sucesor, pero cuando el líder oriental se decanta por la opción familiar alternándose con su hermano José Gregorio, Guzmán decepcionado comienza un distanciamiento que terminará en ruptura.
Liberales y conservadores se acuerdan en 1857 para poner fin al gobierno de los Monagas, cuyo líder principal y presidente José Tadeo ha modificado la Constitución para alargar el periodo presidencial y además permitir la reelección. Ambos partidos –enemigos históricos- hacen un alto en sus graves desavenencias para empujar un alzamiento militar que capitaneado por Julián Castro, jefe de la guarnición de Carabobo, derroca al jefe de Estado, que para salvar su vida tiene que correr a refugiarse en la legación francesa.
José Tadeo Monagas, a quien en 1846 la esposa de Guzmán, Carlota Blanco, ha suplicado que salve la vida de su marido, observa desde el interior de la embajada Francesa cómo cientos de personas gritan insultos contra su persona, amenazando con asaltar la sede diplomática. Entre la multitud observa a Guzmán su antiguo vicepresidente y quien le debía la vida, que desde un corcel blanco agita a la concurrencia con altisonantes gritos “¡Abajo Monagas! ¡Mueran los ladrones!”.
Los vaivenes, los cambios de posición y las volteretas políticas impedirán a Antonio Leocadio Guzmán, pese a su inmensa popularidad, acceder a la Presidencia de Venezuela; tendrá que conformarse con ver encumbrarse a su hijo Antonio Guzmán Blanco por largos años en la jefatura del Estado. Su talento y capacidad de maniobra será reconocida hasta por sus más acérrimos adversarios, uno de los cuales graficó sus dotes sosteniendo una manzana en sus manos para afirmar: “Por una cual la presente perdió el paraíso Adán; si hubiera sido Guzmán se traga hasta la serpiente”.