Fecha que cada vez parece adquirir mayor densidad histórica, “en la medida, claro, en que la democracia escasea más”, como acota la politóloga y columnista Raquel Gamus, el 23 de enero se ha asumido como día símbolo de libertad. Fecha viva y con “espíritu” —sí, el espíritu del 23 de enero—, no pierde la entraña, la facultad de ser esperanza que, mito o no, todavía consuela y ojalá inspire. Victoriosa, es la fecha del sí podemos. 

Previo a este simbólico día, ocurren circunstancias indeseables y contradictorias. Son diez años en los que se le rinde culto al hormigón —el petróleo aceita la construcción del nuevo ideal nacional— y la censura pinta color de hormiga. La picota del progreso reinventa la topografía caraqueña y la cúpula poderosa que decide todo desconoce la política como práctica plural. Tiempos de seguridad en las calles son también tiempos de la Seguridad Nacional mirando por las ranuras y actuando en consecuencia. 

Hasta que tiene lugar el día en que se conjura la unidad, y se produce el hasta aquí. Luego que los estudiantes y los partidos doblegados, las instituciones, iglesia incluida, y la prensa amenazada se la juegan, y claro, los militares, ay los militares, la democracia, defendida por la oposición vencedora, se hace cargo. La bota que había pisoteado los votos de 1952, pica los cabos.

Y no creer que se le esperaba, ese día ocurrió lo que ocurrió luego que una conjunción de circunstancias hace que por fin cuaje, pero como siempre participan variables impensadas. Nadie el 21, con la huelga de la prensa, podría pensar que faltaban 48 horas para que la Vaca Sagrada saliera volando de La Carlota. El teniente coronel Marcos Evangelista Pérez Jiménez, altas notas cuando estudiante, al volante de la motoneta con la que corretearía chicas en La Orchila, recala donde su par, el dictador Leonidas Trujillo en República Dominicana —ellos se juntan, ¿quién los cría?— y de allí se va a España donde vivirá en una mansión, bunker antibombas, que luego comprará David Bekham. 

 
Sesenta y dos años después, aquella dictadura donde se imponen tanto el desarrollo como el chito es recordada como dos quinquenios dedicados a la lucha por el rescate de la república, mientras funcionan los servicios públicos, alimentarse no sería un albur o un sofisma generalizado y la inflación no es esa soga que te ahorca sobre un abismo de vértigo cada vez que cobras la pensión. ¿Valen las comparaciones con los tiempos inaugurados por el teniente coronel Hugo Chávez, interesado en que precisamente Pérez Jiménez viniera desde Madrid a su toma de posesión? ¿Vale que Luis Miquilena, a punto de descalzarse y mostrarle las marcas aun a la vista en las plantas de los pies, provocadas por los rines sobre los que tuvo que mantenerse en pie, le sugiriera que desistiera de invitarlo? 

“Aquellas circunstancias no tienen parangón con lo que vivimos ahora mismo”, consigna Raquel Gamus, “en el sentido de que ahora además de que está malherida la democracia hay crisis económica, sanitaria, ecológica, institucional, política, social, moral, judicial… el único plan desarrollado de manera consistente en los últimos 20 años por los inquilinos de Miraflores ha sido el de desactivar todas las instituciones y echar al estricote las prácticas y procedimientos de un sistema que exhibía problemas que había que solucionar pero sobre el cual funcionaba el país”.

Problemas y sin duda la antipolítica. Esos polvos trajeron estos lodos. “En tiempos de la democracia vapuleada se intentaba, se cumplía con las formas, amén de que, por cierto, también se construyeron importantísimas obras de infraestructura y dio forma a conquistas jurídicas, políticas, educativas y sociales de avanzada a favor del país”, concede Gamus, “ahora se saltan las formas a la torera, de manera expresa, se incumple la Constitución, se acabó el pudor, hay tantos ejemplos”. Uno, lo que ocurrió el bochornoso 5 de enero en la Asamblea Nacional. Dos, cuando este 21 se anuncia que será parte del gabinete ministerial del país el funcionario de Cuba. Tres, Cuatro... 

“Comparaciones aparte, lo que sí creo es que la situación tendrá que cambiar, es porque resulta insostenible e inviable”, acota Mirco Ferri, consultor de informática y hombre de letras. “Esto se tiene que revertir. “Y los que trabajan por esa transformación que rebasa un cambio de gobierno, que tenemos que ser todos, deberemos unir fuerzas, no forcejear”, en esto coinciden Gamus y Ferri. 

 
Fecha de redención que goza de la mejor imagen aun cuando su arribo costó vidas y aun cuando luego de que se deslizara por el calendario se asomaran la venganza no una sino varias veces, y un rimero de despropósitos, es un día que se mantiene íntegro. Fecha que celebra la unión y la paz, se alza como conmemoración democrática. Día cuando se constituyó una junta de gobierno de intención plural que encabezó el vicealmirante Wolfgang Larrazábal —once meses después convocaba elecciones, y luego se produjo el pacto de Punto Fijo y arrancó el debate, y el país habló de nuevos tiempos. Elecciones, alternabilidad, separación de poderes—, la democracia, amenazada de un tiempo a esta parte, regresó para inocularse en el ADN del venezolano. Allí está, a buen resguardo.

Día popular, día de regocijo este 23 de enero de 2020 podría ser un día no que amaneciera más temprano pero sí que nos removiera los mejores recuerdos y las más sublimes intenciones. 

Anhelamos el 23 de enero, hoy 23 de enero. Lo sabemos ideal, lo queremos de vuelta, que tenga eco.