El cerro Ávila es el hogar de las coloridas guacamayas, hermosas aves que se desplazan con buenos augurios
Difícil encontrar unos pájaros más sofisticados y de vuelo más imponente. Son grandes y estilizados pajarracos que surcan los cielos de Caracas dos veces al día, cuando bajan del cerro El Ávila en la mañana y regresan a él cuando cae la tarde. Semejan una cometa, de esas que vuelan los niños.
Desde cada balcón, tejado, porche o ventana se puede ver a las majestuosas guacamayas coloreando el cielo capitalino. Su alegría hace pensar en libertad, en esperanza, en todo lo bello y lo bueno, en la magnificencia de la Creación y en la importancia de cuidar la “casa común”, como bien recomienda el Papa Francisco.
De hecho, Caracas ha sido una ciudad rica en presencia de aves de todas clases y colores. El Turpial es oficialmente el ave nacional, pero el alucinante colorido de la Guacamaya no lo luce ningún otro pájaro. Dicen que su morada es el cielo y dicen bien: casi todo el tiempo están volando como si supieran que son nuestro principal adorno y nuestra más privilegiada visión. Hay quienes disponen a diarios frutos secos o plátanos en sus balcones y llegan familias completas de guacamayas a hacer los honores al delicioso alimento. Para abrir las duras semillas poseen un pico fuerte en forma de gancho.
La guacamaya es un ave tan sofisticada que la apetecen los coleccionistas y los amantes de las cosas raras, quienes están dispuestos a pagar verdaderas fortunas por una de ellas; pero está prohibido sacarlas de Venezuela. Parecen loros gigantes aunque no tienen su facilidad para reproducir el sonido de la palabra humana; de hecho, son de una familia que engloba guacamayas, cotorras, pericos, periquitos y loros. De acuerdo al país o región también se les llama guacamaya roja, guaca, papagayo y lapa roja. En la antigüedad los mayas la relacionaban con la fuerza del sol y el poder del fuego.
Se trata de un grupo avícola que tiene una alta capacidad de adaptación a las ciudades. Casi todas las grandes capitales del planeta tienen una o dos especies de guacamayas pero, de todas las del mundo, Caracas es la que alberga la mayor cantidad de psitácidos, con 15 especies, según refiere el conservacionista David Ascanio, quien desde hace tres décadas es guía profesional para la observación de aves.
El género comprende 16 especies (nueve de ellas extintas) de origen americano que habitan desde las selvas de México hasta el noreste de Argentina, aproximadamente. Se alimentan de insectos y bayas y viven en los árboles.
Los guacamayos pueden permanecer en pareja durante muchos años, estas aves son muy longevas, pudiendo superar incluso los 80 años en algunos casos. Todo depende del lugar donde residan, ya que su comercialización o venta ilegal ha hecho bajar su tiempo de vida considerablemente con años anteriores.
Combinado con la pérdida acelerada de su hábitat, el comercio ilegal de aves para mascotas es la gran amenaza que se cierne sobre la mayoría de las guacamayas. La guacamaya verde o también llamada “militar” es la más amenazada en Venezuela. Es muy llamativa y de gran tamaño. Su coloración es verde oscura, con una diadema escarlata. Parte de la cara está desprovista de plumas con listas finas pardas y rojas. Las alas tienen el extremo azul, al igual que la cola, la cual es larga y puntiaguda con un parche rojo hacia la mitad. De modo frecuente se le ve en solitario, en pareja o formando bandadas numerosas.
Todas poseen un iridiscente plumaje en su cuerpo que está compuesto por diferentes colores. La zona alrededor de sus ojos es amarilla y la cara está desprovista de plumas, mostrando la piel descubierta que tiene un color blanco hueso. Son de gran tamaño, llegan a medir 79 cms y a pesar aproximadamente 900 gramos. Se caracterizan por poseer una larga cola. Las patas tienen dos dedos hacia adelante y dos hacia atrás, lo que permite al ave usar los dedos como si fueran manos. Machos y hembras comparten gran parte de las características físicas, aunque el macho puede tener la cola un poco más larga.
En Caracas, se disfrutan 4 clases de guacamayas de manera permanente: guacamaya azul y amarillo (Ara ararauna); guacamaya roja o guacamaya aliverde (Ara chloropterus); guacamaya bandera (Ara macao); y la guacamaya maracaná, Ara severus
Anidan en los troncos secos de algunas clases de palma y en estado silvestre disfrutan comer mangos, semillas de jabillo y de chaguaramo. Las que se posan en techos o ventanas suelen comer semillas de girasol, maní con concha y diversas frutas.
Vittorio Poggi es, probablemente, la persona que conoce mejor a las guacamayas. Desde hace más de cuatro décadas ha dedicado su vida a las guacamayas de Caracas. Fomenta el vuelo y la reproducción libres, así como la sensibilización ecológica para el trato adecuado a esta ave.
Dice tajante: “Lo primero es sacarse de la cabeza la absurda idea de tratar de atraparlas no deben vivir en cautiverio, y el hecho de intentar hacerlo no sólo constituye una violación a la ley, sino que además pone en peligro su vida”.
Todo el que sabe de guacamayas afirma que atraparlas bajo la antigua pretensión de que van a “decorar un hogar con sus bellos colores” o “hacer felices a las personas”, es condenarlas a muerte.
También advierten: “Se debe ser paciente en su aproximación y no hacer movimientos bruscos. Se recomienda, en lugar de darle prioridad a registrar el encuentro con foto o video, tomar tiempo para interactuar, bien sea dándole de comer de la mano o contemplándolos desde una distancia prudencial”.
Hay quienes las atraen con semillas para hacerse un selfie o bien las alimentan unos días y luego se aburren de la rutina. Pero no es un trato digno, sino cruel que los amantes de las guacamayas condenan y combaten.
Vivir la experiencia es altamente recomendable, así como dejarlas convivir, aceptarlas como parte del entorno y de la vida de la ciudad. Las guacamayas son más felices libres, como los seres humanos. Si están en Caracas, y están volando, es porque son felices, como el que canta o baila si su humor es bueno.
El vuelo de la guacamaya es llamado “el vuelo de la libertad” y el conjunto de normas para interactuar con ellas parece un código de comportamiento aplicable entre las personas que incluye prudencia, tolerancia, respeto por la libertad de cada uno, por la dignidad.
Hoy, están paseando con mayor jolgorio por el cielo de Caracas. Puede ser el buen tiempo o el florecer de los árboles que abundan en la ciudad. ¿Quién sabe? Pero una cosa es notoria: cantan a coro con un pueblo que marcha por su libertad.