Florentino y Quirpa
Identidad 16/08/2020 08:00 am         


En San Casimiro, estado Aragua, todavía se le canta a la leyenda del comerciante-arpista que fue ultimado en una reyerta. Se llamaba José Antonio Oquendo “Quirpa”, cantador recio de la sabana...



Por Eleazar López-Contreras


En 1940 apareció el arpa en el famoso poema de Alberto Arvelo Torrealba. Considerado como el mejor jinete y coplero de los llanos, Florentino asistió a un joropo en el pueblo de Santa Inés (Barinas). Allí lo retó un extraño vestido de negro. En el contrapunteo, Florentino cruzó coplas con su oponente, que no era otro que el mismísimo Diablo, de manera que, de perder el contrapunteo, también perdería el alma. Llenó de fe y como buen improvisador, Florentino no equivocó ninguna rima manteniendo al Diablo cantando toda la noche. Como Drácula, al salir el sol el Diablo desapareció, derrotado, y el arpa sonó triunfante.

El joropo abarca muchas situaciones, como ocurre en una de sus variantes, que es el complejo golpe llamado quirpa, el cual está ligado a una anécdota. Como paso de arrieros provenientes de los llanos centrales, el joropo se conoció en Güiripa (San Casimiro, Aragua), lugar de engorde del ganado antes de pasar a Caracas. Allí todavía se le canta a la leyenda del comerciante-arpista que fue ultimado en una reyerta. Se llamaba José Antonio Oquendo “Quirpa”, cantador recio de la sabana y buen coplero. Los hechos fueron recopilados por Cipriano Moreno y, lo que sigue, una adaptación de Raúl González “El caicareño”. A Quirpa siempre le acompañaba su amigo y compañero de faena y parranda, “El guitarrero”, y junto a ellos no faltaba la mula, la cual llevaba sobre su lomo, “la camoruca” o arpa llanera, instrumento musical, el cual Quirpa ejecutaba magistralmente, convirtiéndose en el coplero que se auto-acompañaba, con su grito de guerra: “Llegó ‘Quirpa’, el arpista y buen coplero. Vamos a ver quién responde, acompáñame guitarrero”.

Y así se prendía la fiesta, donde se divertía la gente en tarantines y pulperías, entre palos de aguardiente y el relancino contrapunteo. En uno de estos viajes, José Antonio Oquendo “Quirpa”, que venía hacia Caracas, con una madrina de ganado llegando a San Sebastián, le comentó a su Guitarrero: “Mire compa, ya vamos llegando a San Sebastián, dejamos allí los peones que cuiden el ganao y usted y yo nos ajilamos un poquito más arriba, y nos llegamos a Güiripa pueblo fresco y de mujeres bonitas, yo tengo muy ‘güenas’ relaciones con esa gente, y vamos a parrandeá toa la noche, y ‘jembra’ que se me alebreste, me la llevo en los cachos”. Fue así como “El guitarrero” preparó la mula con el arpa, en un saco metió unas garrafas de ron, su “porsiacaso” con queso, casabe y papelón, limpió y afinó su guitarra (en realidad, un cuatro) y emprendieron el viaje hacia Güiripa.

Ya Quirpa era conocido ampliamente en el pueblo; su fama había llegado hasta Güiripa, y en una sola voz se oía a los lugareños: “Epa, cuñao, a pararse que llego Quirpa”. Es así como uno a uno, los moradores se fueron preparando para el gran parrando, llegaron hasta las orillas del río, donde se prendió la gran fogata, y las treinta y dos cuerdas del arpa, ejecutadas por Quirpa y acompañado por “El guitarrero”; arrancaron con una “guacharaca”, la cual puso en calor a hombres y mujeres que al compás del zapateo, comenzaban la gran fiesta. A medida que las horas pasaban, el parrando tomaba más color, y bajo los efectos del alcohol, Quirpa y El guitarrero no dejaban de tocar, lanzando coplas tras coplas en recios contrapunteos, entre Quirpa y los cantadores de la zona, los cuales uno a uno caían vencidos por los versos “mata copleros” que con destreza Quirpa les refutaba. Bajo el fragor del baile, cuentan, que Quirpa puso los ojos en una morena despampanante que también le correspondía, haciéndole “ojitos”. Quirpa inspirado por la belleza de esta mujer, se olvidó de sus contrarios, y comenzó a galantear con sus versos a la fémina, destacando todos los atributos que a ella adornaban; pero, como siempre hay un “pero”, la mujer tenía “dueño”, que también era coplero, y así salió retando a Quirpa improvisándole versos fuertes u ofensivos, los cuales a Quirpa no le hicieron mella y le replicaba en forma tan relancina, ridiculizándolo.
Viéndose ya perdido y muerto de rabia por los celos y la impotencia por no lograr su objetivo contra Quirpa, el marido celoso, dicen, lanzó este verso: “Si has llegado a estos lares / viniendo desde tan lejos / ya se te acabó el carburo / tú eres un pobre pendejo/ y que se sepan en Caracas / también en el mundo entero/ que aquí en Güiripa, señores/ no quieren a los llaneros”. Cantando esto inmediatamente dio un salto felino, puñal en mano y de un solo tajo cortó las 32 cuerdas del arpa que con maestría tocaba Quirpa, y es así como se prende el berenjenal.

Quirpa como buen llanero, se enfrentó a puño limpio contra quien osó dañar su arpa. En medio de la trifulca Quirpa recibe certera puñalada, que le quita la vida en el acto. El guitarrero en defensa de su patrón y compañero de parranda enfrenta al otro, pero también es herido, y dicen que recibió hasta dieciséis puñaladas, salvando la vida de puro milagro. Cuentan, que después de la escaramuza, todo quedó en silencio, y en medio de la semioscuridad, solo se destacaban dos cuerpos tendidos sobre la tierra, el de Quirpa y El guitarrero. Es así como dejó este mundo el inmortal Quirpa. El guitarrero se llamaba Juan Rafael, el apellido ha sido imposible encontrarlo.

Recomendada ampliamente queda una composición muy intensa declamada por Don Rafael Martínez Arteaga (El Cazador Novato) donde cuenta esos últimos momentos entre la realidad y la fantasía, sobre todo por lo afectado que se encontraba el maestro Quirpa, no por sus mortales heridas, si no por el hecho de que le cortaran las 32 cuerdas a su amada arpa, esa era su verdadera angustia. Sin más detalles, por supuesto, la copla dice: En Güiripa no quieren / a los llaneros / porque mataron a Quirpa / e hirieron al guitarrero.








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