A pocos días para la escogencia de los poderes regionales y municipales crecen las expectativas y los pronósticos por unos resultados, tal como ha ocurrido con eventos anteriores, que tendrán más allá de los números indudable incidencia en el marco de la polarización política y la grave crisis socio-económica que vive el país. El Sociólogo especializado en los estudios de opinión, presidente de DATANÁLISIS, frecuente expositor de la problemática nacional en foros internacionales y columnista del diario El Universal, José Antonio Gil Yepes responde a las preguntas de ENELTAPETE.COM:
1. A escasos días para la megaelección del 21 de noviembre y como reconocido observador en la materia, ¿cuál es su reflexión sobre este proceso electoral?
Este proceso electoral se está realizando bajo condiciones más equitativas que en ocasiones anteriores. Las negociaciones en México así lo corroboran. Sin embargo, en dichas negociaciones no se incluye en agenda el caso de que en estas elecciones están presentes partidos “judicializados”, todos los cuales presentan candidatos y aseguran la división del voto opositor, lo único que necesita el gobierno para ganar casi todas las gobernaciones y alcaldías. Obviamente, el problema de la “judicialización” de partidos opositores por el TSJ se suma al ya existente divisionismo de los partidos opositores, cuya dirección ha sido ineficaz tanto en cambiar al gobierno (para lo cual no tenía los medios ni la fuerza) como, tan siquiera, en cambiar sus políticas.
2. ¿Cómo estima la participación de votantes en esta consulta, tomando en cuenta que como en las anteriores, no habido un llamado público significativo a la abstención?
El nivel modesto de participación que se avecina no es sólo cuestión del pasado abstencionista que ha venido observándose desde el error opositor del 2005, sino que tiene su origen en la menor importancia que el votante le asigna a las elecciones de gobernadores y alcaldes en un país presidencialista y centralista.
Por ello, se entiende que los niveles de participación en elecciones regionales y locales se hayan ubicado históricamente entre 35 y 50%, versus niveles entre el 70 y más del 90% desde 1958; excepciones hechas de elecciones presidenciales bajo condiciones cuestionables, como las de 2018, en las cuales los principales candidatos opositores estaban inhabilitados o presos y a cuyas falencias los partidos opositores cometieron el error de llamar a la abstención en vez de llamar al voto unitario. En estos momentos, la participación electoral se presenta entre un 20 y 30% (esto último siendo optimista puesto que los “muy dispuestos a votar” se ubican en 15% según la encuesta Omnibús Nacional de Datanalisis de octubre.
Debe recordarse que la participación electoral definitiva, reportada por el CNE, tiende a coincidir con “los muy dispuestos a ir a vota”; aunque podemos esperar que se incorporen nuevos votantes en la medida que arrecie la campaña.
Sin embargo, el mayor potencial de crecimiento de los votantes se ubica en los autodefinidos políticamente como “opositores” o “ni nis”, dado que la mayoría de los autodefinidos “chavistas” u “oficialistas” ya presentan una mayoritaria disposición a votar.
Una de las condiciones clave para motivar al independiente – ni ni – y al opositor a votar es la unidad de la oposición, pero la situación de la división está más marcada que nunca en cuatro segmentos:
- G4, a su vez divididos en varios candidatos en algunas juridisdicciones.
- Alianza Democrática: Judicializados, divididos en varios candidatos en muchas jurisdicciones.
- Alianza Vecinal: Partido surgido a raíz de la expulsión de sus miembros y alcaldes por parte del G4 por participar en elecciones anteriores. Va a ganar las pocas alcaldías que tiene por buena gestión.
- “Independiente”: Gente nueva que tiene o no un partido propio distinto a los anteriores y, por lo tanto, no comprometido en su imagen con los desastres de los dos primeros segmentos arriba anotado. Estos partidos tienen la mayor intención de voto, pero es posible que no tengan la maquinaria para canalizarlos ni para defenderlos.
En suma, la división interna de la llamada “oposición” es el mayor desestímulo para votar porque refleja debilidad y la extrapolación del “pleito” en que sumieron al país el gobierno y la oposición. A lo anterior se le suma que la solución más deseada por los venezolanos es la elección presidencial, pero también “saben” que eso no va a pasar:
Cualquier porcentaje de participación electoral por encima de 40% sería sospechoso, como lo fue el 47% de votantes que reportó el CNE en las pasadas elecciones de diputados de 2020, en las cuales votó cerca del 10% de la población.
3. El país vive una crisis inédita en todos los órdenes, ¿Estima que la actual dirigencia política, ganada por la confrontación, estaría en capacidad de promover la reconciliación necesaria para la recuperación nacional; o percibe que se están dando condiciones para la emergencia de un nuevo liderazgo?
La dirigencia política en general está siendo rechazada por el 80% o más, según el líder, por parte de toda la población, sean gobierno u oposición. Es decir, Venezuela no tiene héroes vivos. El difunto sigue siéndolo porque se vinculó a la población a través de un nexo histórico cultural populista (repartir y vengar: Boves); porque falleció antes de la caída de los ingresos petroleros; y, sobretodo, porque los dirigentes de oposición se llamaron como tales, lo cual coincide con que no dibujaron un país bonito alternativo en la imaginación colectiva.
Las oposiciones antes mencionadas van a perder las elecciones estrepitosamente: Esta derrota va a exacerbar el clima pro renovación de la dirigencia opositora que ya existe. El gobierno tampoco escapa al deseo de la población de que sea otro distinto al de Nicolás Maduro:
Sobre la renovación del gobierno de NM no se observa ninguna evidencia que permita prever tal cosa.
Sobre la renovación de la dirigencia opositora, tampoco se conoce ni quién ni cómo cambiarla:
- Sin intenciones de los incumbentes por renovarse; como tampoco se conocen intenciones de los oficialistas por renovar su dirigencia ni las fatales políticas que han empobrecido económica y moralmente a la población.
- Liderazgos alternativos, aunque pudieran surgir en el mediano plazo, sobretodo de buenos alcaldes y gobernadores, tanto opositores como oficialistas. Tampoco se observan liderazgos alternativos en el oficialismo; predomina una especie de acuerdo tácito de “no mover el bote” para no arriesgar el precario equilibrio basado en la alianza cívico-militar.
- Tampoco se conoce como renovar la dirigencia opositora. Yo he publicado artículos en El Universal proponiendo la convocatoria de un gran partido democrático, poli clasista, mediante una elección abierta cuyos candidatos serían todos los dirigentes que se inscriban y cuyos cargos se distribuirían en orden de votos recibidos. Esto es raro y quimérico, pero más quimérico es pretender llegar a alguna parte que no sea peor con el divisionismo que tenemos.
No es descartable el surgimiento de un partido de centro compuesto por chavistas y opositores e independientes moderados e interesados más en el bienestar de la población que en alcanzar o mantenerse en el poder. Gobernadore y alcaldes exitosos pueden, como a raíz de la descentralización en 1989, se la fuente de esos nuevos liderazgos. Sin embargo, el gobierno está preparado para evitar que surjan porque puede aplicar las Leyes del Poder Popular para vaciar a las alcaldías y gobernaciones de funciones y presupuestos a favor de las comunas y ciudades comunales. Un preludio de lo que sería el fin del modelo presidencialista y de elecciones directas y el comienzo de un régimen parlamentario de elecciones indirectas hasta de 4 o 5 grados hasta llegar al primer ministro, tipo Cuba, China o Vietnam.
Mientras tanto, el pueblo no sabe nada de esto; sólo sabe que se encuentra en la anarquía política, sin referentes, héroes ni modelos a seguir, como no sea un modelo del “taita” caudillista, a la usanza del siglo XIX: Hugo Chávez. Una gran estafa en la cual lo que le interesa a los liderazgos más conocidos, de ambos bandos, es llegar o mantenerse en el poder mediante ofertas populistas. Pero no les interesa el bienestar de los ciudadanos y, mucho menos, que se valgan por sí mismos, en una sociedad verdaderamente democrática acoplada a una economía diversificada en su producción y exportaciones y turismo, base fundamental del pluralismo democrático; modelo que no les interesa porque tendrían que repartir poder.