Por Luis FidhelBien Jean Francois Ravel, afirmaba en la introducción a la recopilación de escritos, ensayos y artículos de Carlos Rangel, conocida por “Marx y los socialismos reales” observa que poseíauna rara cualidad en los intelectuales de vanguardia: el “interés por la verdad”.
Rangel calificó al marxismo como una ideología dogmática, anticuada e inhumana; pero es una filosofía de la historia y una teoría de las relaciones sociales que por primera vez, de manera importante y duradera logro inspirar la puesta en práctica de proyectos políticos concretos o de sistemas de relaciones sociales diseñados según una racionalidad previa concebida como científica resultando una novedad considerable.
Los “socialismo reales” evidenciaba la desvinculación de la teoría marxista con lo que de verdad sucede en la historia y en vida social, no sería grave si no se hubiera convertido en religión del Estado en Rusia y otros países. Existía una amplia razón para temer donde regímenes marxistas lograron entronizarse, el resultado en ningún momento sería el fin de la explotación del hombre por el hombre y de los antagonismos sociales.
De ser abolida la propiedad privada y con ella el dominio de lo privado; el resultado sería la instauración de una forma “particularmente perversa” que Marx distinguió como características de ciertas sociedades orientales antiguas y clasifico por “modo asiático de producción”: la subordinación de toda la sociedad al Estado; la explotación de todos los trabajadores por una burocracia que se perpetua mediante la selección y admisión a esa “clase burocrática” de los jóvenes más astutos y cínicos de cada nueva generación pero además hereditariamente. Concluye entre otras consideraciones que salvo la previsión de un “despotismo necesario” se había demostrado con creces que ninguna de las otras previsiones del marxismo se había cumplido.
Rangel en varias conferencias realizadas particularmente ante instituciones ligadas a la gerencia; mantuvo que la verdadera, la única revolución de los tiempos modernos fue la revolución capitalista, pues allí donde se le había dejado funcionar causo continuos cambios y avances, y género a la vez que riqueza, libertad.
La verdadera revolución venezolana y latinoamericana seria la que desencadene la energía y la iniciativa y premiare el ingenio empresarial de los ciudadanos; cualidades que forman parte de la naturaleza humana. La aparente insuficiencia de espíritu emprendedor en los países latinoamericanos es la consecuencia de impedimentos concretos y activos a la libre iniciativa individual, comparables a los de origen feudal que Marx denuncio en la Alemania de su tiempo.
En Venezuela para el momento, nunca se tuvo en realidad una economía libre, contrario a la óptica del “país político de derecha a izquierda o de izquierda a izquierda” que sostenía se había ensayado la economía liberal y eso fracaso y había que tirarla a la basura. Las soluciones había que buscarlas en un mayor intervencionismo del Estado.
El sector de la economía merecedor del calificativo de privado, movido por consideraciones racionales de cálculos de costo y beneficio, y aspirante a ser recompensado solo a cambio de servicios efectivamente prestados y bienes realmente producidos a un costo competitivo, fue siempre reducidísimo en comparación con el poder y la riqueza, en cualquier momento del Estado.
La mayoría de los negocios y de las fortunas habían sido de muy distinta índole, generalmente de los gobernantes y sus amigos. El mejor negocio en Venezuela, fue apoderarse del Estado. Y el segundo, ser amigo, cómplice o sirviente de los dueños del Estado. Así, la manera más segura de arruinarse había sido, tradicionalmente, ser “enemigo del gobierno”. En realidad siendo casi un milagro, explicable solo por la influencia en Venezuela del mundo capitalista desarrollado, se tuvo y se tendría en número creciente verdaderos empresarios al lado de una multitud de traficantes de influencias conocidas; con el agravante de que en esas condiciones era muy difícil, casi imposible, la existencia de un verdadero sector privado incontaminado por la corrupción.
Ningún ciudadano por productivo y meritorio que sea, estaría seguro en su posición al menos, de haber tenido el buen cuidado de ligarse estrechamente con el mundo de la política. Esa vinculación fue necesaria para no sufrir abusos de poder, casi invariablemente servía para perpetuarlos; encontrando primero indispensable y luego provechoso pactar privilegios con el poder político. Siendo falso, de toda falsedad, que había fracasado en Venezuela la economía de mercado; no se había, de verdad nunca ensayado.
Lo anterior se agravo por dos situaciones adicionales: el socialismo y el petróleo. Cuando el socialismo conquista a los dirigentes políticos contemporáneos, no viene a contradecir o contrapesar la tradición hispánica intervencionista, estatista, autoritaria de omnipotencia de los gobernantes y desprecio de estos a la sociedad civil y a la actividad de los particulares que se junta y multiplica el efecto.
La tradición hispánica encajó en la mitificación que el socialismo hace del Estado como representante del bien común contra el egoísmo de los particulares. El ánimo socialista es despectivo de las motivaciones que hacen funcionar la libre empresa dentro de la economía de mercado; siendo de forma asombrosa como persiste la falta de estima y se había agravado en la sociedad el franco desprecio por el protagonista de la economía libre, el empresario y por el resorte de la creación de riqueza: el beneficio.
Rangel ratifica en Venezuela se había llegado, sin resistencia, ni debate de ninguna clase a un grado “patológico de apropiación” por el Estado de la riqueza de todos, efectuado mediante la liquidación del haber nacional que es el petróleo. En Venezuela la riqueza petrolera había creado un “estado monstruoso” asfixiante, pero el cual por las migajas que suelta de algo, que en realidad es de todos y también por el desmesurado poder que había acumulado le permitiría destruir a quien se le antoje, cada día disfruta de mayor impunidad y exige mayor reverencia.
En los países donde el propietario de la superficie lo es también del subsuelo, la riqueza petrolera y minera se distribuye en forma automática y contribuyó a fortalecer la sociedad civil frente al Estado.
Afirmaba Rangel encontrarse Venezuela en una paradoja: Los gobernantes – democráticos – de los últimos 25 años para la época, habían sido hombres bien intencionados, habían querido hacer bien las cosas, ofrecido desarrollo económico y justicia social, librar la dependencia de la mono producción petrolera, descentralizar el poder y aumentar la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones. Pero nada o casi nada de todo esto se había logrado a pesar que manejaron grandes sumas de dinero.
Lo que se hubo logrado era el desquiciamiento de la economía y de la moral pública, la marginalización de una parte creciente de la población, el colapso de la moneda y dos terceras partes del inmenso ingreso petrolero de la época se pagaba en sueldos de funcionarios y que no alcanza el resto para cubrir las pérdidas y amortizar deudas causadas por un sector público de la economía improductiva y monstruosa.
Desde 1935 – incluso 1958- Venezuela a pesar de todo y en parte gracias a la pedagogía democrática, dirigentes equivocados en lo económico, pero acertado en lo político, la convirtió en una sociedad mucho más compleja, moderna y educada con un buen nivel de salud pública. Una sociedad que ya no sabría dejar intimidarse por la sola presencia de un hombre de uniforme en Miraflores y que resistiría a un gobierno autoritario que se vería forzado a trata de dominar por la violencia a gran escala.
Advertía que de sobra se sabía cómo las sociedades iberoamericanas habían repetido monótonamente el ciclo dictadura-democracia-disensión-dictadura. El paso previo a la restauración de la dictadura ha sido cada vez la erosión y, finalmente la desintegración del pacto democrático que había sido jubilosamente forzado para durar “para siempre” en el momento de la dictadura anterior.
El remedio es más democracia, en lugar de democracia a medias y en retroceso que se tenía. Ofrecer un ambiente civilizado comenzaría devolviendo a la sociedad civil, el poder y la riqueza que el Estado había confiscado. Eso implicaba admitir que el capitalismo de Estado era un flagelo y podía llevar mucho más abajo económica y políticamente.
El poder excesivo de los gobiernos venezolanos – refiriéndose a la democracia representativa - dueños de casi todo de lo que se puede dispensar o negar; había intimidado y también se reconoce que los favores habían enmudecido o acallado muchas voces. El empresario Carlos Cisneros fue una de las excepciones. Seguir su ejemplo.
Luis Ernesto Fidhel Gonzales.
Abogado UCAB- Lic. Estudios Internacionales UCV.