Quedarse sin Silla
Política 21/04/2021 08:00 am         


No solo situaciones negativas saldrán de esta pandemia. La aceleración de la historia promete también cosas buenas



Por Nelson Totesaut Rangel


El protocolo, en diplomacia, es fundamental. No en vano existe en cada país un Jefe de protocolo adscrito al Ministerio de Relaciones Exteriores. Este cargo, nada sencillo, debe balancear y combinar las normas y costumbres del país visitante y del país receptor. Tarea nada fácil, pese a existir normas consuetudinarias internacionales que dan parámetros generales.

En Venezuela no somos muy protocolares. Hay muchas anécdotas de las visitas de Estado de Hugo Chávez. Resalta, por ejemplo, su abrazo al Emperador del Japón, como si se tratase de un compadre sabaneteño. Además, durante su primera visita al Reino Unido, se notó su intención por abrazar y besar a la Reina Isabel. Ante lo cual, Her Majesty dio un ligero paso hacia atrás, esperando que su homólogo entendiera el mensaje.

Pero para romper protocolos no hay que crecer en Barinas. Se puede ser de una élite de Nueva York y violentarlos de igual forma. En 2018, Donald Trump, durante su visita a Reino Unido, sorprendió a todos con su caminata junto a la Reina. Su Majestad, que habrá visto a decenas romper las normas, es la definición por excelencia de los protocolos en diplomacia. Ella, rígida, miraba con desconcierto el paso trumpiano, quien caminaba en zigzag.

Pero en algunos casos el protocolo es violentado por una falta de preparación no premeditada. Recuerdo a Putin inaugurando la ceremonia final del Mundial de Fútbol 2018, durante un torrencial aguacero. A su lado, Macron, Kolinda e Infantino (Presidente de la FIFA) se mojaban descaradamente, mientras que Putin gozaba del único paraguas en 100 metros de campo de fútbol. Macron, que se vio tranquilo en aquel momento, quizá nunca olvidó el evento. Y en 2021, en medio de una situación similar, corrió a ofrecer el único paraguas al Primer Ministro Igor Matovic.

El caso más fresco de irrespeto al protocolo (haya sido intencional o no) se dio la semana pasada, durante la visita de Ursula von der Leyen y Charles Michel a Turquía. En la incómoda situación, inmortalizada en un video, se ve como Michel se sienta junto a Erdogan, mientras a von der Leyen (igual de importante que Michel) la dejan sin silla y se tiene que acomodar en un sofá por sí misma. No sé cuál actitud fue más grosera: la del anfitrión o la de Michel, que no tuvo la caballerosidad de cederle el puesto a von der Leyen.

Tampoco sé qué será peor en diplomacia, quedarse sin paraguas o sin silla.


MEDICINA ACELERADA

No sólo situaciones negativas saldrán de esta pandemia. La aceleración de la historia -término utilizado por expertos para calificar los tiempos actuales- promete también cosas buenas. La pandemia más larga de nuestra historia quizá acabe pronto, y no me refiero al Covid-19.

Esta anécdota la he contado en varias oportunidades por su pertinencia actual. Era el año 1984 y el mundo se enfrentaba a una nueva enfermedad. Ante ello, el gobierno de Estados Unidos, a través del Secretario para la Salud, Margaret Heckler, anuncia que la vacuna estaría lista para 1986, es decir, 2 años después. Hoy, en pleno 2021, 80 millones de contagios y 39 millones de muertes más tarde, el mundo sigue sin dar con la cura.

Este virus -que comenzó en 1981- parece seguir siendo algo desconocido para la mayoría. Me refiero al VIH, que aún sigue sin vacuna. En contraste está el Covid-19 -que acaba de cumplir 1 año como pandemia- y ya existe casi una decena de vacunas para combatirlo. Y estas vacunas han acelerado el desarrollo médico. De hecho, gracias a ellas, una nueva contra el VIH está demostrando ser eficiente en un 97% durante su primera etapa de prueba. Es decir, un avance sin precedente en la inmunización contra esa enfermedad. Vacuna que, cuando esté lista, también debería de ser obligatoria a nivel mundial.







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