De acuerdo al gobierno bolivariano las razones por las cuales Estados Unidos está empeñado en propiciar su salida serían dos: el voto de Florida y apoderarse de las mayores reservas petroleras del planeta. ¿Será así?
La primera de dichas razones respondería a la dinámica política interna de ese país, buscando garantizarse los 29 votos electorales del estado de Florida para las elecciones presidenciales del 2020. Ello, por la vía de asegurar el voto cubano-estadounidense, cuya movilización se vería grandemente favorecida con las acciones contra el régimen venezolano.
Dos argumentos podrían contradecir el punto anterior. El primero sería el porcentaje mismo del voto cubano-estadounidense de Florida, el cual representa alrededor del 6% del total. Si bien se trata de un bloque importante, el mismo está lejos de resultar fundamental. Desde luego, también el voto venezolano allí presente se adicionaría al de origen cubano. Sin embargo, tan sólo una fracción menor de la comunidad venezolana allí radicada dispone de nacionalidad estadounidense y por ende del derecho a sufragar.
El segundo argumento es la relatividad misma del voto de Florida dentro del Colegio Electoral. Frente a un total de 538 votos electorales, los que eligen al Presidente, Florida cuenta con 29 votos. Una cantidad no despreciable que puede llegar a convertirse en determinante en caso de una elección cerrada, como lo fue la del 2000. No obstante, lejos de ser clave. Tomemos en consideración, por ejemplo, que en las elecciones de 2016 Trump se llevó la totalidad de los votos electorales de Michigan, Wisconsin y Pensilvania, gracias a haber ganado por una fracción mínima el voto popular en los mismos. En Michigan obtuvo 10.700 votos más que Clinton, en Wisconsin 44.292 y en Pensilvania 44.292. Esas pequeñas cantidades del voto popular le permitieron llevarse los 46 votos electorales de esos tres estados. Bastaría con que en las próximas elecciones presidenciales los Demócratas revirtieran esa mínima ventaja en el voto popular, para garantizarse muchos más votos electorales de los que podría otorgarle Florida. No en balde, los expertos electorales Demócratas le están dando más importancia a la llamada estrategia Norte, que incluye a estados como los citados, que a la estrategia Sur donde caería Florida.
La segunda razón mencionada por el gobierno bolivariano, es el deseo de Washington de apoderarse de las mayores reservas petroleras del planeta. Sin duda, hacerse con el petróleo de Irak pudo haber sido una razón de la mayor significación para que Estados Unidos lo invadiese en 2003. En ese momento, las proyecciones del Departamento de Energía estadounidense estimaban que para 2025 el país estaría importando 70% de sus requerimientos petroleros. En los años transcurridos desde entonces, no obstante, la situación cambió completamente. Tal como lo refería el experto petrolero Daniel Yergin en un artículo publicado en el New York Times del 25 de enero de 2015, en los siete años precedentes la producción petrolera de Estados Unidos había aumentado en 80%. La entrada en escena de la fracturación hidráulica y de la perforación horizontal, permitiendo acceder al petróleo de lutita, transformó por completo el panorama. De acuerdo a un informe de la Agencia Internacional de Energía del pasado 4 de mayo, la producción petrolera en Estados Unidos creció fuertemente el año pasado, estimándose que en cuatro años se convertirá en la mayor del mundo con 12,1 millones de barriles diarios.
Lo anterior ocurre en el momento mismo en que las energías solares y eólicas encabezan la lista de aquellas que van en camino a tomar en sus manos la generación eléctrica o que el hidrógeno se plantea como la vía ideal para almacenar la electricidad generada por fuentes intermitentes. No en balde, un estudio reciente de la Universidad de Stanford prevé que para 2050 el mundo podrá sostenerse con la simple convergencia de las energías solares, eólicas y del agua, sin con ello afectar las posibilidades de crecimiento económico. Si el despuntar de las energías renovables dejará enterrada a gran parte de las reservas petroleras del mundo, el disponer de las mayores significa poco.
Así las cosas, no parecería que ni el voto de Florida ni nuestras reservas petroleras resulten motivos suficientes para motorizar la acción estadounidense. Mucho más lógico sería apuntar la atención hacia consideraciones geopolíticas. Ello, en momentos en que Estados Unidos reivindica abiertamente no sólo la Doctrina Monroe sino el Corolario a dicha Doctrina formulado por Teodoro Roosevelt en 1904. Un excelente artículo reciente del Embajador Sadio Garavini, en este mismo diario, destacaba que el mantener la hegemonía en el hemisferio e impedir la penetración geopolítica de potencias extrarregionales, parecerían haberse convertido en el objetivo primordial de su política exterior. Es un planteamiento con el cual es fácil coincidir.